Me encuentro en la obra negra de una torre, todo quedó en concreto con columnas y techos sin detalles; es un lugar que transmite cierta melancolía de un sueño que comenzó y fue abandonado por el soñador. Este esqueleto tiene la mejor vista a un horizonte de tierra fértil para ser cultivada.
Mi pecho vibra cuando subo por los oscuros escalones; sigo el resplandor que se filtra del piso superior. El paisaje se revela al dejar atrás cada nivel de la estructura, puedo sentir esa sombra a la que empiezo a acostumbrarme.
En uno de los pisos miro la línea que separa el paraíso de la tierra. Ella me sorprende con sus pasos en las escaleras, se detiene y me mira sobre su hombro.
—Prometí esperarte. —dije.
Ella inclina su cabeza observando el vacío, entonces arrastra la vista y ve el piso que le espera al final de las escaleras, y continúa su camino.
La sigo hasta la azotea, y la veo parada en el borde de la torre. Mantengo mi distancia.
—En cada sueño sabes dónde encontrarme. —dijo extendiendo la pierna fuera del borde y con la punta de los dedos sostiene su zapatilla.
—Ven conmigo, —aprovecho para acercarme, ella deja caer la zapatilla y me detengo —¿por qué huyes cuando te encuentro?
Da la vuelta, me observa fijamente con sus ojos inexpresivos y se deja caer al precipicio.
—Por favor no te rindas —dije sujetando su brazo.
Le ayudo a subir y nos sentamos en el borde.
—¿Lo arruinarás? —dijo agitada.
Respondí negando con la cabeza —¿y tú?
—Tampoco. —sonríe.
Recorre la azotea de la torre merodeando sus rincones; se detiene a mirar el horizonte. El sol ilumina las enormes copas de los árboles en el bosque y su hermosa figura con su cabello levantado por el viento.
—Nuestras vidas siempre han estado envueltas por la tristeza. —dije.
—¿Por qué hablas como si entendieras lo que he vivido?
—Yo estuve ahí, en cada uno de tus sueños te vi y lo he sentido, tú lo sabes. —respondí —te he seguido hasta aquí donde todo termina para volver a ti.
—Este lugar es tuyo como mío. —titubea e inclina la cabeza para encontrar en sus pensamientos —¿Quiénes somos? ¿Por qué siempre nos encontramos?
—Supongo que por alguna razón estamos unidos. —respondí. —Pero a qué…
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